Manuel José Quintana merece ser considerado uno de los escritores más influyentes de la Ilustración española. Su teatro, prosa y poesía se dirige directamente a la sociedad para propagar una crítica muy potente al sistema irracional y despótica de su tiempo. Se murió (1857) como último de la generación de los escritores ilustrados neoclásicos que incluye a Torres Villaroel, Moratín, Jovellanos, Menéndez Valdés, etc. Eso significa que no solamente sobrevivió a los otros escritores de este movimiento, sino que vio también el movimiento de la literatura romántica antes de morir. De veras hay características románticas en su obra, aunque su filosofía es muy ilustrada. La poesía ilustrada de Quintana se asemeja a poesía romántica por una mezcla de elementos ilustrados y románticos. Por ejemplo, la poesía de Quintana demuestra un idealismo absoluto en que él expresa su fe en el destino universal del hombre a ser libre—un principio muy ilustrado. También, la crítica ilustrada—o sea fundada en la capacidad analítica de la razón humana—de la opresión política y intelectual de los reyes despóticos en la historia de España, sobre todo Carlos V y Felipe II, se parece a la énfasis que el movimiento romántico pone en motivos nacionales en vez de temas y eventos clásicos como era típico en la ilustración neoclásica.
Quintana demuestra claramente principios idealistas en su poema “A la invención de la imprenta.” Quintana se aprovecha de lenguaje muy fuerte en esta oda que le hace capaz de hacer una crítica profunda de los abusos del poder que la sociedad española había sufrido tras siglos de opresión bajo la familia real y la Inquisición. Las imágenes, los símbolos y conceptos que incluye Quintana en este poema revelan su pasión para la libertad del pensamiento: son metáforas de la Ilustración.
La libertad del hombre es el tema central de ese poema. Quintana no solamente deifica a Guttemberg con estas líneas, sino que subraya la capacidad del hombre de pensar por si mismo con su uso de ciertas palabras. Escribe, “Mente ambiciosa, vuélvete al hombre.” (Manuel José Quintana, “A la invención de la emprenta,” Poesía del siglo XVIII. Edición de John H. R. Polt. [Madrid: Clásicos Castalia, 1995], 363, líneas 124-25.). Como respuesta a su suplicación la mente vuelve y se queja “furiosa” de los abusos que observa en esta sociedad, específicamente de la “tiranía” (línea 129). Los déspotas reaccionan contra esas quejas con su opresión típica. El intercambio entre la mente y la tiranía nos conduce en la próxima estrofa a la conceptualización de la libertad del pensamiento y–derivada de ésta–de la autonomía del hombre en símbolos y imágenes ilustrados.
Parece que usa estos símbolos para apoyar al concepto del albedrío. El corazón sí quiere hallar la verdad, pero no puede cuando una institución como la Inquisición la impone sobre el individuo: “En su amor anhelante/ mi corazón extático la adora,/ mi espíritu la ve, mis pies la siguen./ No: ni el hierro ni el fuego amenazante/ posible es ya que a vacilar me obliguen” (líneas 141-45). Aquí propone Quintana que no se debe vacilar de la verdad frente a la Inquisición o la opinión de los reyes. Hay que encontrar la verdad y seguirla con sus propios pies. A causa del derecho natural de la humanidad, todos son libres en su movimiento físico y intelectual. Creer de acuerdo con su propia persuasión es una concepción ilustrada en si. Además, demuestra el idealismo ilustrado de Quintana que también parecería a lo ideal intocable del romanticismo, excepto que la humanidad pudiera lograr lo ideal de Quintana por la aplicación de la razón. Luego continua usando los pies como metáfora del movimiento intelectual: se pregunta, “¿Soy dueño, por ventura,/ de volver el pie atrás?” (líneas 146-47). Eso no debe suceder, porque una vez que el hombre haya progresado a una nivel más alta, sería un insulto contra la inteligencia retroceder hasta la nivel anterior. Entonces proclama en la próxima estrofa: “El hombre es libre” (línea 158). La imprenta de Guttemberg servió a la humanidad como método de libertarse del cautiverio intelectual. La gente no habría salido nunca, tal vez, de la esclavitud de la hegemonía si alguien no hubiera hecho posible que las ideas de los pensadores tocaran la mente de la gente. Por eso Quintana discute la importancia de la razón en este discurso: “El hombre es libre” suena de la razón humana.
Salir de la esclavitud intelectual por regirse por la razón significa para Quintana llegar a la cima del monte para ver el destino universal de la humanidad más claramente que durante los siglos de la oscuridad. La cima funciona aquí junto con el velo como ejemplos adicionales de imágenes ilustradas en este poema. Escribe, “Desde esta cima/ miro al destino las ferradas puertas/ de su alcázar abrir, el denso velo/ de los siglos romperse, y descubrirse/ cuanto será” (líneas 176-81). Si se permitan las personas usar la razón para guiarse, tendrán un futuro alegre.
Las dos cosas que podrían impedir que la humanidad progresara, según Quintana en este poema, son la ambición y la guerra, que son ambos irracionales y productos de la opresión. Las compara con la peste en la próxima estrofa. Esta comparación cabe bien, porque la peste, como estas dos debilidades del ser humano, entra en un individuo sin que éste se dé cuenta de lo que pasa. Entonces, la ambición y la guerra son capaces de destruir la libertad del hombre, y es posible que eso suceda sin que una sociedad lo reconozca con bastante tiempo para eliminarlas. La remedia es que todos se recuerden que son iguales (línea 188). Otro concepto ilustrado que se demuestra en estas líneas es esta igualdad:
No hay ya, qué gloria!, esclavos ni tiranos;
que amor y paz el universo llenan,
amor y paz por dondequier respiran,
amor y paz sus ámbitos resuenan. (líneas 191-94)
La ausencia de la ambición y la guerra invita amor, paz y igualdad para todos. Eso fue sí muy progresivo durante los días de Quintana porque la autonomía individual y su igualdad no eran conceptos que cabían dentro del sistema monárquico absoluto. La repetición de las palabras “amor y paz” tres veces nos deja casi como una bendición o una incantación como si orara para la implementación de estas ideales y parece casi romántica, tal vez de veras prerromántica. Por estas últimas imágenes se nota que aunque Quintana critica muy fuerte la tiranía y la opresión, no es cínico, sino ve el futuro con el optimismo confiando en que la razón humana se pueda regir algún día.
Escribiré más tarde sobre los elementos románticos de su poesía, que sabe juntar lo clásico y lo romántico a la misma vez en su estilo ecléctico.